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miércoles, 8 de junio de 2011

Muere en Francia el escritor español Jorge Semprún, una memoria del siglo XX



Jorge Semprún ha muerto en París este martes, según han informado fuentes próximas a la familia. Tenía 87 años. Con él se pierde para siempre parte de los recuerdos del preso número 44.904, su matrícula en Buchenwald, el campo de concentración alemán en el que vivió deportado entre los 20 y los 22 años. Semprún construyó su obra literaria con los fragmentos de su propia memoria y en ella queda, pues, el recuerdo de los hechos y de los sentimientos de una vida marcada a fuego por todas las barbaries modernas.

Con él, sin embargo, desaparece un recuerdo que no cabe en los libros: el del olor a carne quemada. Lo dijo él mismo en 2000, en una entrevista. Lo que más le preocupaba del porvenir era esa precisa memoria: "Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros". Hoy esas palabras son más ciertas que nunca.

Cabría reconstruir los momentos clave de la vida del escritor leyendo cronológicamente una serie de libros que no fueron escritos respetando ese orden: la adolescencia en el exilio de la Guerra Civil (Adiós, luz de veranos...), la resistencia antinazi y la experiencia de Buchenwald (El largo viaje, Viviré con su nombre, morirá con el mío, Aquel domingo y, sobre todo, La escritura o la vida), la expulsión del Partido Comunista de España (Autobiografía de Federico Sánchez) o el periodo como ministro de Cultura en la segunda legislatura de Felipe González (Federico Sánchez se despide de ustedes).

Nieto por parte de madre del político conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno con Alfonso XIII, Jorge Semprún nació en Madrid el 10 de diciembre de 1923. Su madre murió antes de que él cumpliera ocho años y, con la Guerra Civil, todos los hermanos marcharon a La Haya para reunirse con su padre, embajador de la República en los Países Bajos. El futuro escritor comenzaba así un exilio que ha durado toda su vida.

Si el descubrimiento de Levinas le valió su primer premio extraordinario de filosofía, el compromiso político le hizo ingresar en el Partido Comunista de España en 1942. Un año más tarde fue detenido como miembro de la Resistencia antinazi, torturado y deportado al campo de concentración de Buchenwald. Allí se libró de la muerte probable que esperaba a los intelectuales cuando fue inscrito como estucador en lugar de como estudiante. Su conocimiento del alemán, una obsesión de su padre, le ayudó también a sobrellevar los dos años que pasó con el triángulo rojo y la S de Spanier (español) en el pecho.

Francia rinde homenaje a Jorge Semprún

Sarkozy afirma que el escritor fallecido anoche "eligió el francés como patria"

Francia ha despertado hoy pendiente del recuerdo de Jorge Semprún, fallecido en su casa de París anoche. Las radios, las televisiones y las páginas webs de los principales periódicos franceses evocan sin parar la inmensa talla literaria y moral del escritor, su recorrido vital y su figura inacabable como testigo del siglo.

Nicolas Sarkozy, en un comunicado emitido por el Elíseo, rinde homenaje "a esta figura tutelar entre los escritores del siglo XX". "A través de su talento multiforme de novelista, memorialista, poeta y guionista ha contribuido, de forma decisiva, a la comprensión de los mecanismos de los totalitarismos".

El presidente francés recuerda la relación estrecha con Francia de este escritor español exiliado en París desde 1939 y que escribió casi toda su obra en francés : "Eligió por patria el francés, como Casanova, Cioran o Beckett. Era un francés de adopción para el que la plaza del Panteón constituía el centro del universo, una figura familiar en Saint-German-des-Prés, uno de las últimas grandes personalidades de una época trágica pero deslumbrante de la historia literaria de nuestro país".

Por su parte, el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, por medio de otro comunicado, se refiere a Semprún como a un "escritor mayor" y como "uno de los más hermosos ejemplos de pensador comprometido con el ideal europeo".

Pero no solo ha habido reacciones oficiales. Por las radios y las televisiones francesas han desfilado amigos artistas, amigos a secas, escritores famosos o menos famosos que conocieron a Semprún desde hacía muchos años. Bernard Pivot, el presentador de programas literarios más famoso de Francia, recordaba hoy en una emisora de radio que Semprún "como todos los grandes escritores, se ocupó del tema del tiempo, y acomodó su memoria a su literatura y su literatura a su memoria".

Fue en uno de estos programas de Pivot donde Semprún, hace años, recordó por qué, al llegar a Fancia, con 15 años, se había lanzado a aprender francés con tanta devoción : "Porque percibía cierto racismo en Francia hacia esos rojos, combatientes del ejército derrotado". Y por qué había decidido escribir en francés: "Porque la lengua francesa es admirable. Porque descubrir a Gide o Baudelaire constituyó una auténtica revelación para mí".

En los reportajes y perfiles que se suceden en los medios de comunicación se evoca su lado francés, pero también su indisoluble raigambre española y se recuerda que jamás quiso renunciar a la nacionalidad española, circunstancia que le privó de haber ingresado en la Academia Francesa de la Lengua.

El cineasta franco-griego Costa Gavras, otro exiliado en Francia, amigo de Semprún, con el que colaboró en varios guiones, recordaba hoy su amor doble a Francia y a España, lo que le impidió, a la vez, "ser profundamente francés o español". Este cineasta, que habló con Semprún muchas veces de su paso por el campo de concentración de Buchenwald, asegura que la estancia del escritor allí significó "a la vez habitar un infierno y una verdadera escuela de vida". El mismo Semprún, en una entrevista concedida a este periódico en 2001, recordaba que una vez un amigo francés le había preguntado -como tantas veces tantos otros- qué era en realidad, si español o francés. Él se limitó a responderle : "Soy un deportado de Buchenwald"./Javier Rodríguez Marcos/Antonio Jiménez Barca/LIVDUCA

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