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lunes, 6 de agosto de 2012

Se buscan profesores para las asignaturas de Imaginación, Inspiración, Talento, Vivencias. Ref: Escuela de Escritores


© Ivette Durán Calderón

De un tiempo a esta parte, dos o tres años, no más, pero intensamente, en diferentes países se imparten cursos de ¿Escritura? ¿Escritura Literaria? En otras palabras: van proliferando las escuelas y talleres para formar escritores. Sin embargo, ésta no es una novedad, México es el país pionero, ya que el año 1986 se creó la Escuela de Escritores de la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México), que fue la primera en su tipo en Latinoamérica y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.

Efectivamente, están plenamente justificados los cursos de redacción, gramática, ortografía, semántica, sintaxis, análisis de novela, cuento, relato, ensayo, crítica literaria  y un largo etcétera – con lo simple que sería llamar a este curso “Lengua” o “Lenguaje” o “Literatura”-  y fomentar la venta de las guías de “Análisis de texto y Lengua”. Pero, no podemos impartir, calificar y evaluar la imaginación, la inspiración, el talento o las vivencias de cada “alumno”. Fulano de tal reprobó por ¿falta de imaginación? Metafóricamente hablando: Podemos llevar a un jumento a la fuerza hasta el río…pero no podremos obligarle a beber de sus aguas.

El asunto no es escribir por escribir y autodenominarse “escritor”. Escritor es quien escribe bien y se hace dueño y eco de su oficio para atraer a sus lectores, llegar a ellos a través de la palabra correctamente escrita. De un escritor se debe aprender, no perder el tiempo leyéndolo. Escribir se aprende escribiendo, luego de leer mucho.

No vamos a divagar en la pregunta de siempre: “¿El escritor nace o se hace?”, muy común en las entrevistas. Las respuestas son variopintas.

Tuve la oportunidad de conocer a varios Diplomados de Formación Literaria que estudiaron en la Escuela Mexicana de Escritores. Me mostraron algunos con orgullo y otros con frustración sus diplomas, los cuales no les hace merecedores del Título de Escritor,  “es la obra, no el diploma, lo que les permite llamarse escritores” - es uno de los axiomas de esa escuela. – Enfatizó uno de ellos.

En una de mis visitas a Argentina, estuve tentada, más por curiosidad, que necesidad, de participar en las clases de "Clínica para novela y crónica", aún me queda la duda si debí o no haber participado.

La Escuela de Escritura Creativa de Chile, ofrecía el año 2006 un interesante – llamado por ellos, módulo de estudios-  “Fomento del libro y la lectura” asumí que pretendían fomentar la escritura, publicación, venta y compra de libros para su consecuente lectura. El curso estaba dirigido a escritores, estudiantes, amantes del desarrollo literario, del fomento del libro y la lectura, y a la comunidad en general. Mi estancia fue tan breve que no pude obtener más información.

En España, ofrecen capacitación permanente y competitiva con cursos presenciales y online, existe asimismo, un Máster de Narrativa.

No ha dejado de sorprenderme el año 2009, cuando recibí la información-invitación de la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos de un “Curso para Escritores” me sonó simpático y diferente, era "para escritores" y no "de escritores". Fue desde entonces que estoy convencida que los escritores pueden y deben actualizar sus conocimientos, sus capacitadores serán sus propios colegas, más, o menos destacados, según se aprecie,  ya sea por un golpe de suerte o porque su contemporáneo magistral legado literario no deja lugar a dudas.

Me cabe puntualizar que diariamente me llegan online invitaciones de talleres, cursos, seminarios, etc., para mejorar o aprender el arte de escribir, paralelamente me ofrecen ventajosas ofertas de autoedición, me ofrecen enseñarme a escribir, pagar por ello, luego autoeditar mi libro, pagar y a esperar. Mientras pague ¿realmente me “enseñarán a escribir”? o simplemente ofrecen impresión de cualquier texto llámese, novela, cuento poemario, ensayo, etc., libros que jamás llegarán a un escaparate serio, menos aún a una Feria de Libros. Siempre se necesitará la firma editorial. La autoedición halaga el ego y acrecienta el arca de las imprentas.

Os dejo con esta noticia:

Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
Formación. El arte literario
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.
En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Son válidas algunas preguntas a propósito de estas escuelas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, quien dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011. 
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas. En todas hay autores, hay muchachos que han ganado premios, profesionales de la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Más sobre lo mismo:
Escuelas de escritores ¿puro cuento o una realidad?
La Sogem fue pionera en sistematizar la enseñanza de la creación literaria. Hoy, varias universidades y otras instituciones han creado sus programas. ¿Se puede aprender a ser escritor en un pupitre? Aquí hablan algunas experiencias

TRADICIÓN. La Escuela de escritores de la Sogem fue pionera en América Latina y España; miles de egresados han pasado por sus aulas, 800 han obtenido algún premio. (Foto: Oscar Palacios)

Arturo Carrasco llegó a la Escuela Mexicana de Escritores con un manuscrito bajo el brazo, era a penas un proyecto, una historia que exigía ser contada. En poco más de un año ha emprendido el azaroso camino de la escritura, ha caído y se ha levantado, ha descubierto que se aprende a escribir escribiendo, que la literatura, como toda arte, no se asimila en un manual sino que es un asunto orgánico y una labor continua por encontrar la voz propia.
En las escuelas de escritores el talento no se vende, tampoco forma parte de asignaturas ni se consigue mediante un diploma con validez oficial. Con el tiempo, se han convertido en espacios necesarios donde el aspirante a escritor se forja, vence sus egos y afirma la autocrítica; allí adquiere disciplina y calidad literaria.

En México abundan los talleres literarios, cursos y diplomados de literatura; unos impartidos en casas de cultura y muchos en instituciones de la iniciativa privada. Incluso es un país pionero en escuelas para escritores. En 1986 se creó la Escuela de Escritores de la Sogem, que fue la primera en su tipo en América y España; esa institución se sumó al trabajo que desde 1957 realizaba el Centro Mexicano de Escritores, epicentro de la literatura mexicana del siglo XX.
Hoy, en pleno siglo XXI, donde existen por lo menos cinco escuelas para escritores, la mayoría de reciente creación, son válidas las preguntas: ¿sirven?, ¿proporcionan herramientas?, ¿ayudan a forjar escritores?, ¿son espacios de acompañamiento y consejo?, ¿son lugares donde los aspirantes a escritor hallan habilidades para el oficio de escribir?
Académicos, directivos, escritores y estudiantes aseguran que las escuelas funcionan, que son espacios para la creación y la autocrítica, que allí no van a encontrar el talento pero sí a forjar la disciplina, que hay premisas que deben cumplir, que es un oficio de mucha disciplina y que deben terminar con el prejuicio que existe de que un escritor se hace leyendo y en la calle.
“Hay un prejuicio muy grande contra las escuelas de escritores; ¿por qué si hay una escuela de pintura, una de música, una de cine, una de fotografía o una escuela de danza, no habría de haber una escuela de escritores?”, señala Mario González Suárez, el escritor que dirige la Escuela Mexicana de Escritores, creada en mayo de 2011.
Las escuelas de escritores suelen ser ejercicios de escritura, de tallereo, de lecturas en voz alta, de acompañamiento de tutor-alumno y de alumno con alumno, son espacios para la discusión, el análisis y la autocrítica; lugares en los que no se aprenden el oficio sino que se ejerce con crítica.
Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa que desde 2008 tiene la Universidad del Claustro de Sor Juana, dice Sandra Lorenzano, escritora y vicerrectora de esa institución educativa, está pensado para disfrutar de la escritura y compartirla, para descubrir las posibilidades que encierra, a partir del diálogo con escritores formados, pero también con los pares.
“Creo que no se puede ‘enseñar’ a escribir, pero sí se puede acompañar en un proceso formativo, de conocimientos de las diversas herramientas creativas, y de descubrimiento de los caminos que la escritura puede abrir”, comenta.
Para Elsie Méndez Baillet, directora desde hace un año de la Escuela de Escritores de la Sogem, institución con 25 años de trabajo, las escuelas de escritores brindan herramientas y un punto de vista, un consejo, pero solamente eso, pues dice que si el escritor no trabaja no logra nada. “Trabajamos a través de talleres, de escribir, de leer, de escuchar opiniones de los demás y de corregir. Cuando el alumno termina tiene escritos unos dos cuentos, tal vez un tercio de novela, un guión de cine o tal vez proyecto para televisión”.
Alejandro Montes, profesor-investigador de la academia de Creación Literaria de la licenciatura que se imparte en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México desde 2001, cita que muchos han dicho que “Shakespeare nunca fue a la universidad”, y sugiere que para escribir sólo es suficiente hacerlo, él afirma que es una aseveración muy parcial porque únicamente apela a la voluntad del escritor no al oficio adquirido por la confrontación práctica de la experiencia ni a la adquisición de conocimientos por investigación, estudio y lectura.
Escribir escribiendo
Elsie Méndez Baillet asegura que un escritor se descubre a sí mismo escribiendo. “Solamente con la práctica de su escritura puede descubrir su voz específica que surge a partir de su experiencia propia y de las habilidades que tenga, es decir, el talento, lo han dicho muchísimas personas, tiene que ver con la gran cantidad de trabajo, de práctica y de experiencia”.
Sandra Lorenzano asegura que hay interés, han cursado el programa 900 personas y que incluso han creado la licenciatura en Escritura creativa y literatura, cuya primera generación ingresó en agosto de 2011.
Alejandro Montes dice que un escritor debe profesionalizar su oficio no sólo desde la intuición sino por medio de conocimientos organizados que enriquezcan su trabajo.
González Suárez es categórico: “Una facultad de letras no sirve para ser escritor, hace profesores y críticos, frustra vocaciones literarias; una facultad de letras está demasiado ceñida a una serie de requisitos académicos que no necesita un escritor, está muy bien para la investigación, la docencia pero no para la creación”.
También dice que se equivocan los escritores que aseguran que el escritor se hace en la calle y en la cantina. “Tú no aprendes a escribir leyendo, aprendes a escribir escribiendo y sobre todo aprendiendo a escribir con otros escritores. Los jóvenes tienen que aprender a conocerse, a trabajar consigo mismos; la literatura como todas las artes no es algo que se pueda aprender en un manual, es algo orgánico con lo que tienes que trabajar; las escuelas trabajan con el oficio”.

En los últimos años han surgido escuelas de escritores en latinoamérica y España, está la escuela de escritores en Madrid que tiene mucha actividad, pero también ejercicios en Venezuela, Argentina, Colombia y Estados Unidos. Por ejemplo, el Programa de Escritura Creativa del Claustro de Sor Juana tomó como modelo la Escuela Holden, creada por Alessandro Baricco en Turín.
Todas las escuelas emprenden nuevas estrategias para allegarse alumnos, abren talleres en líneas, crean cursos de especialización para que los alumnos terminen una obnra y la publiquen editoriales independientes; suman escritores como maestros, están al tanto de lo que pasa en otras escuelas como Casa Lamm o los ejercicios en el Centro Xavier Villaurrutia o ese experimento que fue la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatín.
En todas las escuelas de escritores, hay autores, hay muchachos que han ganado premios, hay profesionales ejerciendo la literatura, hay sueños y deseos de hacer carrera, tener estilo y nombre y que su obra se inscriba en la llamada República de las Letras.
Fuente/ El Universal/LIVDUCA

miércoles, 1 de agosto de 2012

Argentina llora la muerte del escritor Héctor Tizón.

MEMORIAL DE LA PUNA. La Puna, la frontera, son el origen de la literatura de Héctor Tizón. (José Mateos)


Tuvo tiempo de escribir y publicar su Memorial de la Puna. Allí continuó y dejó abierta su obra retomando esas grandes historias mínimas, las de sus novelas, las de su tierra desértica. Ha muerto Tizón, no su literatura, y con la noticia ese último librito se lee cual testamento. "El olvido es más fuerte e irremediable que la muerte. Sólo está muerto aquello que definitivamente hemos olvidado", dijo. O escribió.

Murió en Jujuy Tizón, donde eligió vivir. Magistrado, exiliado, ciudadano universal y de Yala, se eligió a éste último para hablarles a los otros. Desde esa experiencia eligió contar el mundo, desde esos hombres y mujeres que se enfrentan a ellos mismos en la soledad y el silencio. Es curioso, ahora, la contratapa de su último libro, el lugar en el que las editoriales exageran las virtudes de sus autores, le queda chica: "Ya es un hombre sabio al que la vida no le escamotea sus verdades", dice. Hacía rato lo era.

Había nacido, por casualidad, en Rosario de la Frontera, Salta, el 21 de octubre de 1929. Pero siempre su vida transcurrió en Yala. Allí pasó su infancia, y quizá allí mismo decidió que ese cruce entre el desierto y las yungas sería el teatro de operaciones para contar y contarse a sí mismo. Desde temprano, Tizón debió navegar entre dos lenguas, la de los libros y la quechua. Ni sus años en La Plata o en México, ni el exilio en España, o su carrera diplomática en Milán le cambiaron el foco. Su literatura se nutre también de esas experiencias, pero fluye siempre de su sangre alto peruana.

En sus historias hay un escenario concreto, pero sus problemas son universales, filosóficos, y muy humanos. En México, adonde viajo como diplomático, publicó en 1960 su primer libro, A un costado de los rieles. Luego, ya de regreso en la Argentina vinieron Fuego en Casabindo y Sota de bastos, caballo de espadas, entre otros. Casabindo, Yala, Humahuaca, Cochinoca... En esas primeras obras necesitó ponerle nombre y apellido al espacio geográfico. Hasta dibujaba mapas para anclar sus historias, para preservar los buenos tiempos, aquéllos de los que hablaban los viejos.

No siempre reinaron la oscuridad y la pobreza en el norte argentino. Y quiso Tizón salvar aquel vago recuerdo de grandeza. Libró entonces una batalla contra el tiempo para mantener los mitos de estas tierras arrasadas por el viento, las viruelas y el alcoholismo. "En un remoto rincón de la puna, los sobrevivientes... buscan en el pasado las huellas de ilusiones perdidas", escribió. Buscaba conservar esas voces, enrumbadas a morir.

Después, el tiempo le enseñó que lo que tiene que perderse se pierde. Y más en la puna. Abandonó pronto las localizaciones. Quizá ese cambio haya operado en tiempos del exilio, entre 1976 y 1982 cuando alternó casa en Madrid, París y Milán. Fue cuando, paradójicamente, muchos de sus personajes también perdieron los nombres. Sin mapa, sus personajes siguieron haciendo crujir la tierra dura y estéril a cada paso, y el amanecer siempre diáfano los siguió sorprendiendo en los caseríos de una Puna sin nombre. Sus dramas son los de la condición humana.

Contra la intelectualización literaria, contra el palabrerío inútil, se volvió un buscador incansable de atmósferas sencillas. Pero épicas. Misión que comparte con escritores como John Berger, buceando en su memoria pequeños actos, enmarcados por un mundo insondable. La tía Gertrudes, Doroteo, Venancio, Jacinta... Seres taciturnos, limitados, solos, son construcciones contra el ruido citadino. Pura apología del silencio. Hombres y mujeres que no usan la lengua para decir tonterías. Silencio y también soledad. Fue Tizón un enemigo del despilfarro y el exceso. Y es esa una característica de sus paisajes, de sus sentimentales historias puneñas.

Nos remite a lugares y a la vez los crea, este ex embajador, vagabundo, exiliado y regresado, como alguna vez se definió. Pero la soledad también es deseo. Allí están Laura y la mujer de Strasser, sensuales, con nada en común más que una evidencia de la pasión permanente. Sus libros también tienen un vínculo curioso y casi oculto con la historia mundial. En Memorial... retoma la historia del dinamitero de La mujer de Strasser, que no es otro que el Mariscal Tito, el hombre poderoso que gobernó Yugoslavia durante cuarenta años y que en la década del treinta vivió en Jujuy y trabajó junto al padre del escritor en el tendido del ferrocarril. También vuelve sobre el Conde de Montseanou, un noble belga venido a menos que se ganaba la vida tocando el piano en un prostíbulo de La Quiaca. Nombres y apellidos para personajes que no los necesitan.

Sean quienes sean, vengan de donde vengan, sus historias y personajes, vibran al compás de la oralidad de los bosques y las quebradas, de los vientos de la Puna y el desierto, de las pasiones, el sexo, los ritos de la muerte... Quizá guarden algo del diplomático radical "yrigoyenista", del abogado que llegó a ser juez de la Corte Suprema jujeña. Pero habría que volver a Yala, a otros pueblitos jujeños, aunque sea a través de un libro, y preguntar en los boliches, en las procesiones, en el río o en esas calles de frontera. Sus historias siguen allí, como Tizón mismo. Hay que ir a buscarlos: sólo está muerto aquello que definitivamente hemos olvidado. /Horacio Bilbao/LIVDUCA

sábado, 2 de junio de 2012

José Manuel Mármol gana Premio Casa de América de Poesía Americana 2012





El jurado del XII Premio Casa de América de Poesía Americana, reunido en Casa de América y compuesto por Piedad Bonnett, Julia Escobar Moreno, Luis García Montero, Jesús García Sánchez, Benjamín Prado y Anna María Rodríguez Arias como secretaria, ha decidido otorgar por mayoría el galardón al poeta dominicano José Mármol por su obra Lenguaje del mar, de la que el jurado destaca “la madurez lírica de un poeta que aborda el tradicional tema del mar con voz propia. Los paisajes marinos permiten una meditación interior siguiendo los retos planteados por poetas como Pedro Salinas, Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez”.


El premio, convocado por Casa de América con la aspiración de estimular la escritura poética en el ámbito de las Américas, está dotado con seis mil euros como anticipo de derechos de autor, e incluye la publicación de la obra por la Editorial Visor Libros.


Poeta y ensayista, José Mármol nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1960. Sus obras han sido galardonadas en prestigiosos concursos literarios nacionales e internacionales. Ha publicado los siguientes libros de poemas El ojo del arúspice (Colección Luna Cabeza Caliente, 1984); Encuentro con las mismas otredades I (Colección Egro de Poesía Dominicana Contemporánea, 1985); Encuentro con las mismas otredades II (Editora Amigo del hogar, 1989); La invención del día (Ediciones Intec, 1989); con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1987; Poema 24 al Ozama (Madrid, 1990, con grabados del artista español Rufino de Mingo); Lengua de paraíso (Ediciones UNPHU, 1992); que fue galardonado con el Premio de Poesía Pedro Henríquez Ureña 1992; Deus ex machina (Casa de teatro, Editora Taller, 1994, con ilustraciones de Germán Pérez), libro que recibió simultáneamente los premios Casa de Teatro 1994 y el Accésit del Premio Internacional “Eliseo Diego” 1994, de la revista Plural, perteneciente al diario Excelsior de México, y una antología personal titulada Lengua de paraíso y otros poemas (Editora Amigo del Hogar, 1997).


Además, Voz reunida (poesías de 1984 a 1994), volumen publicado por el Consejo Presidencial de Cultura, en 1999, Criatura del aire (Colección Egro, Nueva Etapa, Ed. Amigo del Hogar, 1999 con ilustraciones de Ada Balcácer), Premisas para morir. Aforismos y fragmentos (Colección Egro, Nueva Etapa, Ed. Amigo del Hogar, 1999); La invención del día (Bartleby editores, Madrid, 2000); Deus ex machina y otros poemas (Colección Visor de Poesía, Madrid, 2001); Premesse per morire (Stampa, Alternativa, Italia, 2001); Torrente sanguíneo (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea 2007, con el cual obtuvo, nuevamente, el Premio Nacional de Poesía “Salomé Ureña”), Maravilla y furor (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea 2007); Miradas paralelas, en colaboración con el fotógrafo Ángel A. Martínez (Editora Amigo del Hogar, República Dominicana, 2009).






Su prosa ensayística fue parcialmente recopilada en un volumen titulado Ética del poeta (Editora Amigo del Hogar, 1997); Rufino de Mingo (monografía), en colaboración con José David Miranda (Arte Español Contemporáneo, Madrid, 1991).


Sus más recientes obras publicadas son Las pestes del lenguaje y otros ensayos (Editorial Letra Gráfica, República Dominicana, 2004); El placer de lo nimio (Editorial Letra Gráfica, República Dominicana, 2004); Cansancio del trópico (Bartleby Editores, Madrid, 2006) y La poética del pensar y la Generación de los Ochenta (Colección Egro de Literatura Dominicana Contemporánea, 2007).


Además, en colaboración con el poeta y crítico Basilio Belliard, publicó la antología La poesía del siglo XX en República Dominicana, Colección Visor de Poesía, Madrid, 2011.


Es desde su creación en 2007, Presidente del Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo.

viernes, 6 de enero de 2012

“Los lectores son un género que está desapareciendo. Escritores hay muchos, pero lectores...”





















Jorge Luis Borges, "Elogio de la sombra" (1969)

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;

a mí me enorgullecen las que he leído.

No habré sido un filólogo,

no habré inquirido las declinaciones, los modos,

la laboriosa mutación de las letras,

la de que se endurece en te,

la equivalencia de la ge y de la ka,

pero a lo largo de mis años he profesado

la pasión del lenguaje.

Mis noches están llenas de Virgilio;

haber sabido y haber olvidado el latín

es una posesión, porque el olvido

es una de las formas de la memoria, su vago sótano,

la otra cara secreta de la moneda.

Cuando en mis ojos se borraron

las vanas apariencias queridas,

los rostros y la página,

me di al estudio del lenguaje de hierro

que usaron mis mayores para cantar

espadas y soledades,

y ahora, a través de siete siglos,

desde la Última Thule,

tu voz me llega, Snorri Sturluson.

El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa

y lo hace en pos de un conocimiento preciso;

a mis años, toda empresa es una aventura

que linda con la noche.

No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,

no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;

la tarea que emprendo es ilimitada

y ha de acompañarme hasta el fin,

no menos misteriosa que el universo

y que yo, el aprendiz.

Cuando descubrimos la Lectura, se nos abre un mundo nuevo de ideas y sin querer nos convertimos en Idearios y si de convertir se trata, podemos cambiar lo escrito por otros y darle el sentido que queramos desde nuestra propia perspectiva.

Y así vamos formando una cadena que tanto a escritores como a lectores, eslabones de ésta, nos une un solo punto.

La Pasión.

Motivarnos a leer es el Primer Paso. Tenemos un sin fin de temas que desde pequeños nos podemos interesar. La lectura corta y sencilla, es la mejor opción para no caer en el Tedio y llegar al hartazgo.

Una vez motivados, debemos dejarnos llevar por esa semilla de Pasión.

Te aseguro que no vas a dejar tan facil al libro, y si el libro quiere nos acompañará el resto de nuestra vida.

Entrevista de dos grandes Intelectuales hecha hace más de 25 años, Donde Borges tiene un contrapunto con Susan Stontag en la forma de ver este fenómeno

En 1985, cuando comenzaba la primera edición de la Feria del Libro de Córdoba, se produjo en la 10ª edición de la Feria del Libro de Buenos Aires un encuentro público memorable, entre Susan Sontag y Jorge Luis Borges. Ese encuentro fue presentado como la “reunión de dos de las mentes más brillantes del siglo 20”.

Ante un público que los ovacionaba y casi impedía la continuidad del diálogo, Susan Sontag (intelectual estadounidense, escritora, artista, directora de cine y teatro, militante de los derechos humanos), recibió con una reverencia a nuestro Jorge Luis Borges y le recordó otra reunión similar en Nueva York: “Aquí estamos otra vez como Laurel y Hardy, representando nuestro número”, y de allí en más se transformaron en cómplices, más que por la lucidez y universal originalidad de sus mentes, por la apasionada relación de ambos con la lectura.

Hace un cuarto de siglo en esa feria se empezaba a hablar del fin del libro. Sontag y Borges no se dieron por aludidos porque estaban leyendo.

–Susan Sontag: Creo que ser escritor es una vocación muy extraña. Casi todos los escritores que conozco, incluso yo misma, sabían desde muy temprana edad que querían ser escritores, desde los seis o siete años.

–Jorge Luis Borges: Yo siempre supe que mi destino era literario, no sé si escritor, pero sí lector; es más grato, siempre lo supe.

–SS: ¿Usted se imaginaba los libros que iba a escribir?

–JLB: No, nunca pensé eso... pensaba en el placer de leer, en el placer de escribir, pero en publicar, no, jamás.

–SS: ¿Cree que hubiera podido ser un escritor como Emily Dickinson, que no publicó nunca durante toda su vida?

–JLB: Sí, pero he cometido la imprudencia de publicar (risas). Estoy de acuerdo, desde luego, con el destino envidiable de Emily Dickinson. Si uno no publica, me dijo Alfonso Reyes, corremos el riesgo de pasarnos la vida corrigiendo borradores. Creo que tenía razón. Pero yo, por ejemplo, publico un libro y no leo nada de lo que se escribe sobre él; no sé si se vende o no, trato de soñar otras cosas, un libro distinto... Pero generalmente me salen parecidos al anterior.

–SS: Alguna vez le preguntaron a Paul Valéry cómo hacía para saber cuándo estaba listo un poema y Valéry le respondió: “Cuando viene el editor y se lo lleva, porque siempre podría mejorarlos o cambiarlos”.

–JLB: A mí me asombra tanto que se hable de edición definitiva... ¿Cómo puede saber el autor que no se va a arrepentir de un punto o de una coma, o de un adjetivo? Es absurdo eso de edición definitiva. ¡Cómo edición definitiva, si el idioma va cambiando también!

–SS: Yo también siento que me gustaría volver a escribir casi absolutamente todo lo que he escrito.

–JLB: Yo quisiera destruir todo lo que he escrito (risas) pero... podría salvar algún libro: El libro de arena, lo demás podría olvidarse. Bueno, quizás La cifra también, lo demás puede y debe olvidarse, sobre todo las Obras Completas (risas).

–SS: ¿Tiene favoritos, entonces?

–JLB: Sí.

–SS: Cuando vuelvo a leer lo que he escrito, trato de hacerlo lo menos posible, obligada por las reediciones. Me siento muy deprimida porque creo que fue malísimo y me avergüenzo de que exista. O, por lo contrario, pienso que fue tan bueno que no voy a volver a escribir algo tan bueno.

–JLB: A mí me pasa también sentir envidia, decir: ¡Ojalá yo hubiera escrito eso!

–SS: Creo que mi imaginación no es tan fuerte como la suya, porque no puedo siquiera imaginarme escribir sin publicar. ¿Usted puede imaginárselo?

–JLB: Yo publiqué mi primer libro a los 24 años, pero no pensé en la venta ni en darlo a conocer a los diarios...

–SS: Para mí, la publicación es una forma de deshacerme de ellos; de no tener que corregirlos más. Es decir que yo tengo que mantener los caños destapados, entonces los publico y no pienso más en ellos.

–JLB: Lo que yo hago es cambiar de temas.

–SS: No sólo cambiar de temas sino también de opinión; lo cual es bastante incómodo, pues la actitud adulta responsable es estar parado siempre detrás de lo que uno ha escrito, respaldándolo.

–JLB: Esa es una actitud comercial, sobre todo.

–SS: No, no creo que sea comercial. Existen libros míos publicados hace 20 años y si algunos los leen no es culpa de nadie que el tiempo haya pasado. Si veo a un joven que lee un libro que escribí 20 años atrás, me sentiría muy poco amable diciéndole que eso ya no me interesa. Eso no significa que no esté contenta porque se están leyendo mis libros. Sólo siento que algunos ya no me atañen más. Mi tarea es estar más allá de mis libros. Es una especie de posición esquizofrénica, porque una parte mía quiere que sigan siendo leídos, pero hay otra parte que es la creativa, entonces me interesa lo que estoy escribiendo ahora o lo que haré en el futuro. También me pasa que cuando hago algo tengo la necesidad de contradecirlo y me siento libre de contradecirlo porque ya lo hice. Por ejemplo, una postura que pude haber tomado, con total honestidad, de pronto la veo distinta; es por eso que me gusta más hablar de las obras de otras personas. ¿Está de acuerdo con algo de esto?

–JLB: Yo nunca releo lo que escribo, es más: me olvido, es como una purificación.

–SS: Es que parece que uno no tiene el mismo acceso a las obras propias como a las de los otros. Para mí, la definición de un libro importante es que se necesita leerlo más de una vez.

–JLB: Sí, sí... los otros son simulacros.

–SS: Claro, la definición que doy a la buena literatura es el volver necesariamente a esos libros, hacer una especie de familia con ellos, un discurso en donde uno es parte.

–JLB: En el caso de la poesía, ésta tiene que ser ligeramente misteriosa, no puede ser explicable; si el poema puede ser explicado casi no es poesía. Tiene que haber algo en las cadencias...

–SS: ¿Qué piensa de la diferencia entre prosa y poesía? Yo soy un poco incrédula de las dicotomías; ni bien uno mira profundamente, las distinciones se derrumban...

–JLB: No yo creo que la diferencia no esté en el texto, sino en el lector; el lector que lee una página en prosa espera razonamientos, noticias, informaciones; pero el que lee una página en verso sabe que tiene que emocionarse antes que nada.

–SS: Yo voy a tomar la postura opuesta, porque por ejemplo, si Dante es poesía ciertamente también es argumento e información; si Kafka es prosa no hay en él ni noticia ni información. Yo no creo que la distinción es entre lo que tenga información y argumento y lo que no.

–JLB: Yo no he dicho que lo que mejor busca el lector es una cosa... Por ejemplo un clásico, no es un libro que esté escrito de un modo, es un libro leído de un cierto modo, con más respeto.

–SS: Entonces cree usted definitivamente que la diferencia radica en los lectores, en la diferencia entre ellos.

–JLB: Claro, tantos tipos de lectores como lectores hay en el mundo...

–SS: ¿Qué dice usted cuando alguien le dice que quiere ser escritor?

–JLB: Le digo que sea lector, que es mucho más grato.

–SS: Sí, especialmente a la gente haragana, ¿no?

–JLB: Yo soy haragán (risas).

–SS: Nosotros, Borges, nos pasamos gran parte de nuestra vida leyendo...

–JLB: Es lo más prudente que se puede hacer...

–SS: Yo me asombro cuando mis colegas me preguntan de dónde saco el tiempo para leer.

–JLB: ¿Para qué sirve el tiempo sino para leer? (risas).

–SS: Yo disfruto realmente al leer, pero a veces pienso “¡No puedo estar todo el tiempo leyendo, más vale que escriba un poco!” Pero insisto, para mí el gran placer radica en leer.

–JLB: Sí, sí... un placer accesible al que mucha gente se niega, no sé por qué...(risas)

–SS: Sí, pareciera que leer es también tanto o más fácil que ver televisión.

–JLB: Claro, claro, mirar televisión enferma; por suerte a mí la ceguera me defiende...(risas).

–SS: Tenemos que aumentar la comunidad de lectores.

–JLB: Los lectores son un género que está desapareciendo. Escritores hay muchos, pero lectores...

–SS: Creo que precisamente por eso es que son tan importantes estas ferias de libros.

–JLB: Claro, para fomentar las sectas de los lectores, las sociedades secretas de los lectores...

–SS: Entonces... ¡qué vivan por mucho tiempo las ferias de libros!

(Risas y muchísimos aplausos)/Taringa/LIVDUCA/Arch. Priv.

Poetas Malditos y la Balada de las lenguas envidiosas










Del francés Les Poètes maudits, (Los poetas malditos), es un libro de ensayos del poeta francés Paul Verlaine publicado por primera vez en 1884, y luego en una versión aumentada y definitiva en 1888.

En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y Pobre Lelian ("Pauvre Lelian" en el original francés, anagrama del propio Paul Verlaine). Los comentarios de los autores que dio Verlaine, quien conoció personalmente a la mayoría, tratan sobre el estilo de su poesía y de anécdotas personales vividas con ellos.

Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios.

El concepto de Verlaine acerca poeta maldito, fue en parte tomado del poema de Baudelaire llamado Bendición, que inicia su libro Las flores del mal. El uso de esta expresión y del término malditismo se generalizó luego para referirse a cualquier poeta (o a un escritor de otros géneros o incluso a un artista plástico) que, independientemente de su talento, es incomprendido por sus contemporáneos y no obtiene el éxito en vida; especialmente para los que llevan una vida bohemia, rechazan las normas establecidas (tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales) y que desarrollan un arte libre o provocativo.

Entre los literatos que han recibido el calificativo de malditos estarían también, aparte de Verlaine y de su grupo, escritores como Charles Baudelaire, Thomas Chatterton, Aloysius Bertrand, Gérard de Nerval, el conde de Lautréamont, Petrus Borel, Charles Cros, Germain Nouveau, Antonin Artaud, Émile Nelligan, Armand Robin, Olivier Larronde, Innokienti Ánnienski, John Keats, Edgar Allan Poe y de manera especial François Villon.

El rótulo de “poeta maldito” posiblemente se haya inventado para Francois Villon, de no ser así igualmente lo merecería y éste a su vez respondería con sonrisa socarrona y soslayada mirada.

Pícaro, vagabundo, escandaloso, chocante, provocador, implacable, sarcástico, irónico, bufón, maravilloso, maldito, satírico e inmisericorde con sus enemigos. Todos éstos son algunos de los epítetos y calificativos que han servido para identificar al poeta y su poesía, a François Villón, héroe o antihéroe según el juicio de cada quién. Venido al mundo en el año de nuestro señor 1431 en La Francia medieval, como François de Montcorbier, se hace bachiller en artes y más tarde licenciado en la universidad de París, gracias al cuidado de su amigo y protector Guillaume Villón, clérigo y capellán de Saint-Benoit le Bétourné, quien le da su apoyo y le empuja en los estudios eclesiásticos, quizás adivinando el carácter poco prometedor del joven con la esperanza de cambiarlo. Intento infructuoso. Ya clérigo y maestro del Buen Decir (poeta de bellaquerías), les recita (pues esta forma poética, el Dit, no se cantaba, se decía), a los chulos y prostitutas, con quienes se junta frecuentemente; se refiere con frecuencia al pedo y a las tetas. Recita a príncipes y a taberneros, a curas y vasallos, a barberos y a zapateros. Poeta de los desarrapados y provocador de los burgueses, de igual modo escribe sobre las bajas pasiones de unos y otros.

Por la originalidad de su poesía y su extraordinario poder evocativo, es considerado por muchos eruditos, el poeta lírico más afamado de Francia, aunque su perfil aventurero le hiciera tomar como armas fundamentales: su ingenio y procacidad.

Cuarteta:

"Yo soy François, lo cual me pesa,

nacido en París, de Pontoise cerca,

en el extremo de una soga tensa,

¿sabrá mi cuello cuánto mi culo pesa?"

Escribía sobre sí mismo con inusual franqueza y autocrítica, pero cometió el error de aplicar a los demás la misma receta, especialmente a los poderosos.

Aunque parezcan estrafalarios, los hechos descritos en su obra son verídicos. Conocía la muerte de cerca, de la cual escapó en más de una ocasión. Acusado de crímenes a veces con razón, y otras, las más, injustamente, así fue condenado a la horca por la muerte de un noble. Se dice que simplemente estaba en el lugar y el momento equivocados y que se le acusó por sus antecedentes. El rey Luis XI le concedió el perdón. Posteriormente fue desterrado por diez años, durante los cuales se le perdió el rastro para siempre.

Se desconoce cuándo dejó este mundo pues su nombre ya no se escucha y se pierde en la historia alrededor del 1470. Su poesía podrá gustar, escandalizar, provocar risa o llanto, pero nunca nos dejará indiferentes.

Su obra poética fue absolutamente indisociable de su vida y nos dejó muchas obras, entre las cuales destacan: Balada de las lenguas envidiosas (1445), La Balada de los ahorcados (1463), El Legado (1446), El Testamento (1461), escritas en francés medio y germania (jerga usada por presos y criminales) siendo esta última de muy difícil traducción y de dudoso valor poético. Voluntariamente descartó el latín para escribir, pese a dominar el idioma.

BALADA DE LAS LENGUAS ENVIDIOSAS

En una mezcla de arsénico de roca;

en trisulfuro, en salitre y cal viva;

en plomo hirviendo, para consumirlas mejor;

en hollín y pez empapados de lejía

hecha de excrementos y orines de judía;

en agua que ha lavado las piernas de leprosos;

en raspaduras de pies y calzados viejos;

en sangre de culebra y en drogas venenosas;

en hiel de lobo, de zorro y de tejón,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!

En sesos de gato que odia pescar,

negro, tan viejo que no tenga un diente en las encías;

de un viejo mastín, que vale igual de caro,

rabioso, en la baba y saliva;

en la espuma de una mula asmática

bien troceada con buenas tijeras;

en agua en que las ratas zambullen hocicos,

igual que ranas, sapos y alimañas peligrosas,

serpientes, lagartos y otros nobles pájaros,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!

En sublimado, peligroso de tocar;

y sobre el ombligo de una culebra viva;

en sangre que se ve seca en las vasijas

de los barberos, cuando llega la luna llena

y que una parte es negra, y la otra, verde cebollino;

en pupas y tumores y en los sucios lebrillos

donde las nodrizas aclaran sus paños;

en los enjuagues de muchachas amorosas

(quien no me entiende no ha visto burdeles),

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!

¡Príncipe! coloca esos sabrosos trozos sin hueso,

si no tienes estameña, saco o tamiz,

hazlo en el fondo de unas bragas sucias;

pero antes... en excremento de cerdo,

¡sean fritas esas lenguas envidiosas!

.Fuente: Longseller/wikipedia/Arch. Priv. Durán-Capel/LIVDUCA