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viernes, 28 de enero de 2011

La novela inconclusa “El misterio de Edwin Drood” del escritor Carles Dickens tendrá un final propuesto por la BBC



El desafío de completar una novela que Charles Dickens dejó inconclusa es un reto que ya ha sido encarado en varias ocasiones, pero ahora es la guionista Gwyneth Hughes quien promete idear un final para “El misterio de Edwin Drood” que mantenga el espíritu y la calidad del resto del material.

El trabajo de Hughes, informó la agencia Reuters, podrá ser apreciado en los próximos meses desde la pantalla chica, ya que la BBC ha decidido trasladar esa propuesta que nació en el universo literario a la televisión. Esta adaptación, según trascendió, se enmarca en la serie de envíos televisivos y radiales que la cadena británica ha decidido lanzar a lo largo de 2011 para celebrar “la palabra impresa en el Año de los Libros”.

“El misterio de Edwin Drood”, de acuerdo a los datos que han podido recopilar algunos expertos en cuestiones literarias, es un relato que se conoció por medio de John Forster, el biógrafo y amigo de Dickens que recibió de manos del propio novelista inglés un borrador con la historia a medio hacer.

A medida que los años pasaron, fueron muchos los interesados en proponer un final para este trabajo que el estadounidense Robert Henry Newell parodió en “The cloven foot”. Lo interesante de ese ejercicio creativo es que, más allá de que el texto de base sea uno solo, la resolución de la trama nunca es igual porque está condicionada por las ideas de cada narrador.

Gracias a ello, el público/lector nunca se aburre al descubrir esta novela que ha animado al periodista Henry Morford y al impresor Thomas James a cerrar la historia de acuerdo a sus visiones personales. Incluso, en la adaptación musical de “El misterio de Edwin Drood” se permitió que fueran los espectadores los encargados de votar al responsable del enigma planteado.

Por otorgar la libertad de imaginar múltiples finales posibles, esta obra aún se mantiene vigente y es la BBC la que ahora promete sorprender a todos con una nueva versión de este antiguo texto que forma parte del legado del inolvidable Charles Dickens.

Charles John Huffam Dickens (1882-1870) fue un famoso novelista inglés. En su obra destacan las descripciones de gente y lugares, tanto reales como imaginarios. Utilizó en ocasiones el pseudónimo Boz.

Recibió críticas de sus mejores lectores, George Henry Lewes, James y Virginia Woolf entre ellos, los cuales achacaron ciertos defectos a sus obras, como el sentimentalismo efusivo de su prosa, acontecimientos irreales y personajes grotescos.

Ninguna de sus novelas se ha dejado de publicar. Dickens escribió novelas por entregas, el formato usual en la ficción en su época, por la simple razón de que no todo el mundo tenía los recursos económicos necesarios para comprar un libro, y cada nueva entrega de sus historias era esperada con gran entusiasmo por sus lectores, nacionales e internacionales. Dickens es actualmente y como lo ha sido siempre, admirado por escritores en todas partes como un ídolo literario.

Dickens nació en el distrito de Landport, perteneciente a la ciudad de Portsmouth, hijo de John Dickens (1786–1851), oficinista de la Pagaduría de la Armada en el arsenal del puerto de Portsmouth, y de su esposa Elizabeth Barrow (1789–1863). En 1814, la familia se trasladó a Londres , Somerset House, en el número diez de Norfolk Street. Cuando el futuro escritor tenía cinco años, la familia se mudó a Chatham Kent . Su madre era de clase media y su padre siempre mantenía deudas, debido a su excesiva inclinación al despilfarro. No recibió ninguna educación hasta la edad de nueve años, hecho que posteriormente le reprocharían sus críticos por mantener una formación bastante autodidacta. Con esta edad, después de acudir a una escuela en Rome Lane, estudió cultura en la escuela de William Gile, un graduado en Oxford. Pasaba el tiempo fuera de su casa, leyendo vorazmente y mostrando una particular afición por las novelas picarescas. En 1823, se reunió con su familia de nuevo en Londres, en el número 16 de Bayham Street, Camden Town, que era entonces uno de los suburbios más pobres de la ciudad. Aunque sus primeros años parecen haber sido una época idílica, él se describía como un «niño muy pequeño y no especialmente cuidado». Posteriormente hablaría de su extremo patetismo y su memoria fotográfica de personas y eventos que le ayudaron a traer su ficción a la realidad.3

Su vida cambió profundamente cuando su padre fue denunciado por impago de sus deudas y fue encarcelado en la prisión de deudores de Marshalsea. La mayor parte de la familia se trasladó a vivir con el Sr. Dickens a la cárcel, posibilidad establecida entonces por la ley que permitía a la familia del moroso compartir su celda. Charles fue acogido en una casa de Little College Street, regentada por la Señora Roylance y acudía los domingos a visitar a su padre en la prisión.

A los doce años, se consideró que el futuro novelista tenía la edad suficiente para comenzar a trabajar, y así comenzó su vida laboral, en jornadas diarias de diez horas en Warren's boot-blacking factory, una fábrica de betún para calzado, ubicada en Londres. Durante este periodo su vida transcurrió pegando etiquetas en los botes de shoes polish ganando seis chelines semanales. Con este dinero, tenía que pagar su hospedaje y ayudaba a la familia, la mayoría de la cual vivía con su padre, que permanecía encarcelado.

Después de algunos meses, su familia pudo salir de la prisión de Marshalsea pero su situación económica no mejoró hasta pasado un tiempo, cuando al morir la abuela materna de Charles, su padre recibió una herencia de 250 libras. Su madre no retiró a Charles de forma inmediata de la compañía, que era propiedad de unos parientes de ella. Dickens nunca olvidaría la decisión de su madre al obligarle a permanecer en la fábrica. Las condiciones deplorables bajo las cuales sobrevivían las clases proletarias marcarían su obra como escritor, de la cual dedicaría gran parte a la denuncia de dichas condiciones. Así fue como Dickens escribió en David Copperfield, juzgada como su novela más autobiográfica, «Yo no tenía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estimulante, ninguna consolación, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera acordar. ¡Cuánto desearía ir al cielo!»

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