Ivette Durán Calderón
Eric Arthur Blair (1903-1950), conocido por el pseudónimo de George
Orwell, célebre porque dentro de sus múltiples publicaciones, que en total son
más de cien e incluyen ensayos, poemas, antologías y libros de no ficción,
resaltan las seis novelas que convirtieron su nombre en la epopeya de la
distopía.
Vale la pena recordarlo no sólo por su gran alegado, sino porque se ha
convertido en un escritor intemporal.
Más de un adulto se ve obligado a releer sus obras para poder captar el mensaje subliminal que cada lector espera encontrar.
Citando un ejemplo, Rebelión en la granja no es un cuento infantil, es
una más de sus magistrales obras, fina sátira publicada en 1945, que fabula
mordazmente sobre cómo el régimen soviético de Iósif Stalin corrompe el
socialismo.
Dejemos que Sonia Viramontes no permita hacer un recorrido por las obras
más emblemáticas de un escritor que pudo ver el futuro:
George Orwell, el profeta
George Orwell –que sus papás nombraron Eric Arthur Blair– se ha
condecorado como el rey de las distopías, tanto que existe el adjetivo
orwelliano para describir sociedades que reproducen actitudes totalitarias y
represoras.
Aquellos mundos grises y esclavistas estuvieron inspirados en la vida
que llevaba el escritor, primero en Motihari, ciudad en la que nació el 25 de
junio de 1903, que formaba parte del imperio inglés en la India; después se fue
a Inglaterra y luego a Birmania. Más adelante regresó a Gran Bretaña y vivió
también en París.
George Orwell estudió en el Eton College de Windsor, “la escuela más
aristocrática del Reino Unido”, según el economista Rahat Nabi Khan. Después de
pasar ahí un tiempo que el escritor describió como “relativamente feliz”,
decidió unirse a la Policía Imperial India en Birmania.
Su madre, Ida Mabel Limouzin Blair, nació en lo que hoy se conoce como
Myanmar y su padre –a quién no había visto desde los dos años– era oficial en
el Departamento del Opio del imperio inglés en la India. Eso explica, quizás,
su interés por vivir aquella experiencia.
Tenía 19 años cuando comenzó su servicio en la policía. Aprendió birmano
e hindustaní; aprendió de la cultura y gente local, además de una buena
cantidad de datos sobre la flora y fauna de Birmania. Después de cinco años,
Blair (porque aún no utilizaba su seudónimo) renunció a la policía y regresó a
Inglaterra.
De vuelta en Europa vivió como indigente y después de intentar algunos
trabajos que no le funcionaron muy bien, se mudó a París por un año y comenzó a
escribir su primer libro, Sin blanca en París y Londres (Down and Out in Paris
and London) que publicó hasta 1933. Con ese libro nace el seudónimo George
Orwell, pues no quería apenar a sus padres con las declaraciones que imputaba
en aquella no ficción.
De vuelta a casa de sus padres en Suffolk, enfermo y sin dinero, empezó
a escribir Los días de Birmania, donde habla de Kyauktada, un pequeño pueblo en
el que un puñado de ingleses, representantes del imperio, sobrevive
encastillado en su “club europeo”. Rodeado de la selva y los nativos, a quienes
uno de los protagonistas llama “negros asquerosos e infames”, Orwell retrata el
daño que provoca el sistema imperialista, ignorante y posesivo.
La segunda novela de Orwell también fue escrita desde la casa de sus
padres. En esta temporada el escritor optó por convertirse en profesor como
medio de subsistencia. Esta experiencia y la de vivir en Southwold, un pequeño
pueblo en la costa este de Inglaterra, le sirvieron de inspiración para
escribir La hija del clérigo.
Dorothy es la hija de un reverendo estricto y poco cariñoso. Condenada a
una existencia infeliz, trabaja como criada y enseña en una escuela privada
para señoritas, además de mendigar por las calles para conseguir lo necesario
para sobrevivir a la gran depresión inglesa. Inesperadamente, Dorothy es llevada
a Londres, donde vivirá una realidad completamente diferente a la suya,
exiliada incluso de su propia memoria.
Esta obra desnuda la realidad inglesa de los años 30, que con enjundia
se había intentado solapar en la literatura. Muestra el yugo de ser mujer y ser
pobre, dos características que compartían más de la mitad de la población
inglesa de esa época.
Tras una época muy solitaria, Orwell decide mudarse a Hampstead, una
zona residencial de Londres, famosa por sus asociaciones intelectuales,
artísticas, musicales y literarias. Ahí el escritor de 31 años comenzó a
trabajar en una librería de segunda mano llamada Booklover’s Corner. Durante
esa época conoció a muchos otros escritores y artistas, algunos de los cuales
formarían parte de su libro Que no muera la aspidistra.
Ahí cuenta el proceso de autoexclusión social de un joven de 30 años,
Gordon Comstock, que prefiere un trabajo mal remunerado de ayudante en una
pequeña librería a ejercer de publicista en una importante firma con un buen
sueldo. Sus ideales contra el universo del dinero, personificado como el El
Dios Dinero, una figura que abarca la industria de la publicidad y el City, le
llevan poco a poco a la marginalidad en todos los aspectos de la vida, incluido
el personal, ya que le resulta imposible casarse con su novia Rosemary «sin un
buen trabajo». Hasta sus afanes por convertirse en poeta fracasan ante la
imposibilidad de ser creativo sin cumplir con los recursos económicos mínimo.
En 1936, recién comenzada la la Guerra Civil Española, Orwell decidió
unirse al batallón con la idea de “matar fascistas porque alguien debe
hacerlo”, como le declaró a su amigo Henry Miller cuatro días antes de
enrolarse como brigadista. Llegó el 26 de diciembre, junto con otros británicos
que perseguían el mismo objetivo.
El 20 de mayo de 1937, durante las jornadas de mayo, Orwell recibió un
tiro en el cuello. Fue retirado del frente, regresado a Inglaterra y después
internado por tuberculosis. Sin embargo, en su tiempo después del campo de
batalla escribió uno de sus textos de no ficción más reconocidos, Homenaje a
Cataluña, donde describe su “admiración por lo que identifica como ausencia de
estructuras de clase en algunas áreas dominadas por revolucionarios de
orientación anarquista” y también critica al Partido Comunista de España por su
control estalinista y la propaganda que usan como manipulación informativa.
En 1946 escribió: “La guerra de España y otros acontecimientos ocurridos
en 1936-1937 cambiaron las cosas, y desde entonces supe dónde me encontraba.
Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o
indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático
como yo lo entiendo”.
Como parte de su recuperación de la tuberculosis, Orwell se fue a
Marruecos. Desde ahí escribió Subir a por aire, que cuenta los preludios de la
Segunda Guerra Mundial, que comenzaba el mismo año en que fue publicado.
George Bowling, el protagonista de la obra, es un agente de seguros que
vive en una típica casa inglesa suburbana con su mujer y dos hijos. Un día,
después de estrenar su nueva dentadura postiza siente que necesita “subir a
tomar aire”. En una carrera de caballos gana 17 libras y decide que con ese
dinero regresará a Lower Binfield, el pueblo en el que creció y en el que
recordaba con cariño un estanque donde pescaba carpas treinta años atrás. El
encuentro con la realidad dista de sus memorias: ya no hay estanque y el pueblo
se ha vuelto irreconocible, además de que se encuentra con un “bombardeo
accidental” de las fuerzas de la Fuerza Aérea Real.
Esta es una de las obras más reconocidas de George Orwell. En ella
ilustra una alegoría del régimen soviético de Iosef Stalin, que corrompe el
socialismo que el escritor defendía como orientación política. Además el
argumento construye una hipótesis sobre el peso que tiene la corrupción en las
sociedades y lo fácil que es que cualquiera se vea seducido por el poder.
La novela fue escrita en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial y en
realidad no fue conocida por el público hasta cinco años después de su
publicación, en 1950.
El argumento de la novela distópica comienza cuando los animales de la
Granja Solariega, alentados un día por el Viejo Mayor, un cerdo que antes de
morir les explicó a todos sus ideas, llevan a cabo una revolución en la que
consiguen expulsar al granjero Howard Jones y crear sus propias reglas,
llamados los Siete Mandamientos, que escriben en una pared:
Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
Ningún animal usará ropa.
Ningún animal dormirá en una cama.
Ningún animal beberá alcohol.
Ningún animal matará a otro animal.
Todos los animales son iguales.
Esta obra fue el broche de oro que colocó a George Orwell como el rey de
la distopía, pero también le dio un toque de profeta. No por nada fue éste uno
de los libros más leídos después de que Donald Trump asumió la presidencia
estadounidense.
Orwell la escribió entre 1947 y 1948 (aunque los esbozos existen desde
el ‘44), pero fue publicada hasta 8 de junio de 1949. Mientras la escribía, el
escritor pasaba por la fase más grave de la tuberculosis que padecía y fue la
última obra que publicó antes de su muerte el 21 de enero de 1950.
El concepto de vigilancia social del Gran Hermano llegó con esta obra al
imaginario colectivo y se ha convertido, en uno de los conceptos literarios más
retomados en la cultura pop y urbana, pues constantemente nos vemos sumergidos
en una realidad muy parecida a la que el escritor describe.
El hilo de la novela lo lleva Winston Smith, que trabaja en el
Ministerio de la Verdad. Su tarea es, nada más y nada menos, reescribir la
historia para que no contradiga al presente. Poco a poco, Smith se empieza a
dar cuenta que su trabajo es sólo una de las muchas artimañas que tiene el
gobierno para engañar y someter a la gente. En su ansia de evadir la
omnipresente vigilancia del Gran Hermano, que invade hasta las casas, se
encuentra con una joven rebelde llamada Julia, también desencantada del sistema
político. Ambos encarnan una resistencia de dos contra una sociedad que se
vigila a sí misma.
Fuente:
https://gatopardo.com/cultura/libros/george-orwell-escritor-ingles/
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