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viernes, 6 de julio de 2018

Plagio, piratería y derechos de autor


®Ivette Durán Calderón

 Piratería, tradicionalmente representa la acción o actividad de asaltar barcos en alta mar o en las costas para apropiarse de su cargamento. Noticias y relatos abundan en frases que describen tal acción, Ej: "los bucaneros se dedicaron a la piratería en los siglos XVI y XVII".

Hoy en día, la acepción de piratería y lo que concierne a piratear cambió, tanto que llega a considerarse un sinónimo de falsificar un producto y lo que ello implica. Vale decir, comercializar y/o difundir copias ilegales, de obras cuya propiedad intelectual tiene dueño, o lo que es lo mismo, pertenecen a alguien (libros, películas, temas y canciones musicales, etc.) Podemos colegir, entonces, que “pirata” es el adjetivo aplicado a esas copias falsificadas o reproducciones no autorizadas por su legítimo propietario.  El slogan “No a la piratería” es frecuentemente utilizado para defender precisamente los derechos de propiedad intelectual, evitando de ese modo el plagio.

Encontramos entonces, una similitud sustancial al referirnos a la infracción de derechos de autor, concretamente estamos hablando del copyright, entendiéndose como tal, al conjunto de normas y principios jurídicos que protegen todo derecho moral y de explotación de obras tanto materiales como intangibles, como ser:  obras artísticas, musicales, literarias, musicales, didácticas, científicas, traducciones, interpretaciones, inventos  y todo trabajo intelectual de ilimitada creatividad.





Estos derechos morales, implican también todo derecho no solo al beneficio económico subyacente, sino además al merecido reconocimiento público de la autoría de una determinada creación. Asimismo, se refiere a la decisión de divulgar bajo propio nombre de autor o bajo seudónimo, todos los aspectos de la explotación, cesión de derechos, difusión, modificación, corrección, resumen, etc.  

La infracción de copyright ® (derechos de autor) o violación de copyright es un uso no autorizado o prohibido de obras protegidas por las leyes de derechos de autor.
Cabe destacar que es el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas (1886), la entidad que regula todos estos aspectos: http://www.wipo.int/treaties/es/ip/berne/summary_berne.html

Hurto es la tipificación que recibe toda acción de apropiación de obras ajenas dándolas como propias. La legislación de cada país prevé en sus normas las sanciones tanto penales, como civiles, respectivas.

Conviene, asimismo, puntualizar que Plagio, de acuerdo al linguista uruguayo  Ricardo Soca es igual que plaga y llaga— se vincula en su origen etimológico al vocablo latino plaga y fue incorporada al Diccionario de la Real Academia en 1869 como una voz de creación culta, tomada directamente del latín plagium, que significaba 'robo de esclavos' y también 'plagio literario', como en nuestros días.

Este sustantivo se había formado a partir del adjetivo griego plagios, con el significado de 'engañoso, trapacero, oblicuo', que provenía, a su vez, de plazein 'golpear', 'descarriar', que también está en el origen de plaga.El plagio es un delito despreciable, porque equivale a la apropiación del trabajo ajeno por parte de quienes no tienen capacidad para crear por sí mismos. En algunos países, plagio significa también “secuestro de personas”, un sentido que es heredero del robo de esclavos ajenos, mencionado más arriba.











miércoles, 20 de junio de 2018

Una novela de una sola frase gana un premio de 100.000 euros




Mike McCormack apoyado en una pared

El autor de ‘Solar Bones’, Mike McCormack, no sale de su asombro tras conocer que se ha hecho con el galardón
Una novela de una sola frase gana un premio de 100.000 euros
El escritor Mike McCormack, en una imagen de archivo (Dublin Literary Award)

Mike McCormack no sale de su asombro. El escritor acaba de ganar el premio literario internacional de Dublín por su novela Solar Bones, un galardón de lo más prestigioso en el mundo editorial que otorga a su vencedor nada menos que 100.000 euros. Con unas cifras y un reconocimiento de tal calibre, sería habitual que el autor estuviera sobrepasado. Sin embargo, su sorpresa vendría por otra cuestión: su novela únicamente tiene una frase.

Su optimismo no es la mejor de sus bazas. Ya lo dice en su propia página de Wikipedia, que asegura que el escritor es una persona “desgraciadamente descuidada”, una calificación con la que él mismo se describió hace unos años. Una característica que no le ha hecho descentrarse de su camino en las letras. No obstante, ha reconocido al diario británico The Guardian que quedó “impactado” tras conocer el veredicto. “Había renunciado completamente a la esperanza de ganarlo”.

El premio literario internacional de Dublín, anteriormente conocido como Impac, lo eligen bibliotecarios de todo el mundo

El premio literario internacional de Dublín, anteriormente conocido como Impac, lo eligen bibliotecarios de todo el mundo. Son ellos los que hacen una selección y deciden a que autor bendicen cada año. En esta última edición, los jueces aclamaron el libro de McCormack como “formalmente ambicioso, estilísticamente intrépido y con espíritu lingüístico”.

No crean los futuros lectores que se trata de una oración cualquiera, pues fluye en más de 270 páginas. Los jueces han visto en esta frase una gran dificultad para componerla “sin que pierda su esencia y sin que no vengan ganas de seguir dev orando páginas”. De ahí, su reconocimiento. Además, la historia abarca una sola jornada: el Día de Todos los Santos, cuando, según la superstición, los muertos pueden regresar a la tierra de los vivos. La historia la narra Marcus Conway, esposo, padre, ingeniero civil y, también, un fantasma (en su sentido más literal).

Solar Bones es el quinto libro del autor de Galway. Pese a que es, indudablemente, su obra más leída, asegura que “la gente me mira como un debutante”. Anteriormente, este mismo libro ya le hizo ganar el premio Goldsmiths por ficción experimental, así como ser elegido para el reconocimiento editorial Man Booker.

El propio autor ha reconocido a la prensa que “costó mucho colocar el libro en el mercado”

El propio autor ha reconocido a la prensa que “costó mucho colocar el libro en el mercado”. Muchas editoriales se negaron a publicarlo, pues “nadie lo quería”. “Dos editores lo llevaron a las reuniones de adquisiciones pero no pudieron venderlo porque yo no tenía reputación de vender libros”.

Lisa Coen, una de las dos personas detrás de Tramp Press, la pequeña editorial irlandesa que se arriesgó por primera vez en la novela, ha explicado: “Si fueras un editor cínico y buscaste un libro que no te perdiera dinero, probablemente no elegiría Solar Bones. Y es encantador que este no sea el caso. Que este premio sea decidido por lectores y bibliotecarios es un gran negocio para Mike. Mike siempre tuvo seguidores de culto, es detenido en las calles. Pero este es un sello de aprobación diferente”.

miércoles, 16 de mayo de 2018

MIL Mujeres en la Industria Literaria - ¿Es sexista el mundo del libro?

España:
La escritora Maureen Johnson publicó hace unos años una novela titulada The Key to the Golden Firebird (sin publicar en España) que «va sobre tres hermanas que se enfrentan a la muerte súbita de su padre», explica en su blog. Sus editores creyeron que lo más apropiado para eso era una portada rosa Barbie, con el título del libro escrito en la camiseta de una modelo y una pegatina en forma de corazón aclarando: «A novel» («Una novela»).
«Ahora, como ejercicio mental –pidió Johnson recientemente– imaginen que en lugar de Maureen yo me llamase Maurice Johnson. ¿Tendría mi libro ese aspecto?». A partir de ahí, la autora retó a sus seguidores en Twitter y Tumblr a jugar al Coverflip (cambio de portadas). La idea consistía en tomar la cubierta de un libro clásico o reciente, cambiar el género de su autor (por ejemplo, JaneFranzen en lugar de Jonathan Franzen) e imaginar cómo hubiera sido.
Diseñadores y lectores aficionados se volcaron con el proyecto y en apenas unas horas dieron con portadas falsas de lo más creíbles. Si Jeanette, en lugar de Jeffrey, Eugenides hubiera escrito La trama nupcial, especulaban, la cubierta llevaría a una novia con ramo incluido en lugar de la elegante portada tipográfica que utilizó la edición original. «Muchas autoras (entre ellas superventas como Jodi Picoult) se pusieron en contacto conmigo para comentar el experimento. Margaret Atwood lo mencionó en un artículo. Creo que es algo que nos toca a muchas», comenta Johnson a S Moda.
Sylvia Plath, ¿chick lit? Los clásicos tampoco se libran. En febrero pasado, Faber publicó una reedición de La campana de cristal, de Sylvia Plath, con motivo del 50 aniversario del libro. Por si no tenía suficiente tirón decidieron comercializarla con una nueva cubierta en la que aparece una mujer aplicándose maquillaje. The London Review of Books la calificó sencillamente de «boba» y periodistas como Tracey Egan Morrisey fueron un poco más allá: «Para un libro que va sobre la depresión clínica de una mujer, exacerbada por los sofocantes roles de género que se supone que debe cumplir, es bastante estúpido ponerle una foto barata retro de una pin up maquillándose».
Desde Faber se defendieron asegurando que trataban de acercar el libro a un nuevo público «que pueda disfrutar de él sin saber nada de poesía ni del contexto del trabajo de Plath». La portada podía resultar más atractiva en las grandes superficies pero, como notaron muchos, otras ediciones recientes de aniversario, como las de George Orwell, no recibieron el mismo tratamiento.
En el sector editorial español también sucede, «aunque seguramente en menor medida, porque las colecciones permiten menos juego», apunta Elena Ramírez, editora de Seix Barral. «El mercado anglosajón es ferozmente competitivo y los libros a veces se venden casi al peso, como un objeto empaquetado para competir», añade.
Aun así, las cubiertas son sólo una pequeña parte de un problema mayor que algunos detectan: la industria editorial, enormemente poblada por mujeres –en España son mayoría en los puestos editoriales, aunque no tanto en los directivos– y sostenida gracias a un público consumidor también abrumadoramente femenino, no está exenta de sexismo.
Literatura mujeres
Claire Messud defendió el derecho de su última protagonista a ser poco simpática y dio lugar a la polémica al rebelarse contra el rol de «chica maja».
GETTY IMAGES
  
La asociación VIDA, que busca «explorar la percepción crítica de lo que escriben las mujeres» publica desde hace tres años una minuciosa colección de estadísticas detallando el número de críticas y libros escritos por féminas en los principales medios literarios anglosajones. En algunos, como Granta, se acerca al 40% (en parte porque esa revista literaria publica un número anual exclusivamente femenino, un gesto ya de por sí polémico) y en otros, como la respetada New York Review of Books apenas llegan a un 20% de reseñas de libros escritos por autoras y menos de un 10% de firmas femeninas. La asociación admite que desde que publica sus datos, las cosas han mejorado sensiblemente.
No todo el mundo está de acuerdo en que las mujeres lo tengan más difícil. El joven novelista Teddy Wayne (Kapitoil, Blackie Books) esgrimió en un provocador ensayo titulado La agonía del hombre novelista que «a la mayoría de autores literarios hombres, excluyendo el escalafón superior de los Franzen, Eugenides y De Lillo, les resulta más difícil que a las mujeres labrarse una carrera literaria financieramente estable (…)». Wayne argumenta que las autoras se benefician de una doble exposición mediática, al aparecer a la vez en revistas femeninas y literarias, y compara a los hombres que escriben con los actores porno: «Son menos y ganan menos que ellas, que tienen mucha más demanda de público». Además, el escritor aduce que las mujeres compran en Estados Unidos unas dos terceras partes del total de libros y un 80% cuando se habla de ficción literaria. Allí existe una tupida red de clubs de lectura, casi 100% femenina, a la que corteja la industria. «El libro arquetípico que escogen esos clubes está escrito por una mujer, tiene personajes femeninos, incluye una historia de amor, un relato de crecimiento personal o una narrativa madre-hija, quizá con trasfondo histórico».
De lo que Wayne está hablando, sin decirlo, es de ese género inventado llamado women’s fiction, un término que desagrada especialmente a la agente literaria Mónica Martín. «¿Por qué no existe la male fiction? Porque se supone que es lo normal, lo que debe ser. Si Clarín hubiese vivido hoy y fuese mujer tendríamos otro análisis de La regenta. Y lo mismo con Madame Bovary y con Lolita. ¿Es women’s fiction la novela Las bostonianas de Henry James?». Ana S. Pareja, la editora de Alpha Decay, amplía el foco: «Por norma general se espera que las mujeres escriban para mujeres y los hombres, para ambos sexos. El hecho de que ellas compren más libros enturbia la percepción que tenemos y perjudica a las autoras que van por libre», apunta. 
Pareja recuerda algunos casos curiosos que le ha tocado vivir con las escritoras que publican en su sello, como la argentina Pola Oloixarac, que es joven y muy atractiva. «Recuerdo frases sonrojantes en la prensa generalista sobre ‘sus largas piernas’ (o pestañas). Al mismo tiempo, la belleza física de algunas autoras ayuda a que más periodistas se interesen por ellas». Elena Ramírez lo confirma: «Si la autora es bonita, tiene sentido del humor y usa tacones le saldrán toda clase de propuestas de promoción, para posar maquillada en las revistas u opinando sobre cualquier cuestión al margen de su obra. Le publicarán menos críticas serias en los suplementos y tendrá que demostrar durante muchos años lo que vale para conseguir una portada. Lo logrará cuando vista mucho de negro, vaya despeinada o se haya hecho mayor. O sea extranjera, claro».
La última y curiosa polémica sobre mujeres y letras que saltó a los medios hace unas semanas no tiene que ver con las autoras ni con su eco mediático, sino con los personajes femeninos de sus libros. La novelista Claire Messud promocionaba The Woman Upstairs, en el que la protagonista es una mujer de 42 años que se rebela contra el rol de «chica maja» que la sociedad le ha otorgado. Una periodista del Publishers Weekly le lanzó a Messud la siguiente pregunta: «Yo no querría ser amiga de Nora, ¿y usted? Su visión es insoportablemente negativa».
La respuesta de la autora fue épica y furibunda, y no tardó en replicarse vía Twitter: «¿Qué clase de pregunta es esa, cielo santo? ¿Querría usted ser amiga de Humbert Humbert, de Mickey Sabbath, de Hamlet, de Edipo, de Óscar Wao, de cualquiera de los personajes de Las correcciones o de La broma infinita, de cualquiera de los tipos que jamás hayan imaginado Pynchon o Martin Amis?». Messud, y a continuación otras autoras como Curtis Sittenfeld, han empezado a rebelarse contra un último vestigio sexista en la literatura: la necesidad de que los personajes femeninos sean más empáticos y agradables. «Si usted lee para hacer amigos tiene un grave problema –continuó la escritora–. Leemos para encontrar vida, en todas sus posibilidades». Y en todos sus géneros y formatos, se podría añadir innecesariamente.
Fuente:https://smoda.elpais.com/moda/es-sexista-el-mundo-del-libro/