La responsabilidad de
presentar una obra, recomendarla, resumirla y presentarla como lectura atractiva,
útil o necesaria, es muy grande para todo prologuista. Demanda una actitud
mental altamente positiva que lo conduzca a circunscribirse dentro de los
límites señalados por los cánones para cumplir con ese gratificante, aunque no
siempre fácil cometido.
Un prólogo debe ser, al mismo
tiempo, una breve síntesis de la obra, una sincera crítica no detallada del
contenido que refleje la personalidad y estilo del autor.
Muchas veces se puede correr
el riesgo de escribir un nuevo capítulo e introducirlo como
parte de la propia
obra. Por otro lado, el riesgo también es permanente al prologar de manera superficial
e irresponsable halagando, más que analizando la obra.
Etimológicamente, la palabra
prólogo registra su origen en el griego πρόλογος, traducido como “prólogos”, “pro”
= antes y “logos” = palabra, refiriéndose literalmente al que habla antes;
tomemos en cuenta que se aplicaba al breve discurso o dichos de alguno de los
actores de la comedia griega, quien, al salir al escenario, antes que el resto,
recitaba la introducción al desarrollo de la obra.
Con el paso del tiempo y sin
que medie regla específica, se fue imponiendo el prólogo como un texto de
presentación explicativo escrito con estilo literario propio del prologuista, generalmente
por su prestigio o conocimiento del tema en cuestión, de ese modo se agrega a
la obra mayor objetividad. Muchas veces se recurre a la fama y nombre de un
buen autor consagrado o en su ausencia, será el propio autor quien se ocupe del
prólogo para no desmerecer la oportunidad de introducir y captar la atención de
sus potenciales lectores.
Tóme en cuenta el autor, que
para solicitar la prologación de su obra, debe considerar que ésta deberá ser
leída, analizada y contrastada antes de emitirla, lo cual implica tiempo,
dedicación y esfuerzo.
Antes de conceptualizar la
palabra prólogo, resulta más beneficioso ejemplificarlo, para ello recurrimos
acertadamente a Miguel de Cervantes Saavedra, autor y prologuista de su
inmortal obra Don Quijote. Se reconoce como autor orgulloso de su obra,
enfatiza en que el lector no encontrará citas de autores famosos ni sonetos de
elogio, asimismo, recomienda al lector que no se abstenga de crítica.
Conviene aclarar al aprendiz
de prologuista, que el prólogo se redacta después de concluida la obra, puesto
que debe contener una breve síntesis de su contenido, cuando es el propio autor
el que lo escribe. En el caso de que sea un tercero el prologuista, además de presentarlo
debe criticarlo y recomendarlo.
No es infrecuente confundir el
prefacio, preámbulo, proemio, exordio con el prólogo, cabe aclarar que el
prefacio y afines, se escriben antes de escribir la obra.
Los prólogos, si bien son
importantes no son indispensables, aunque se debe reconocer que ayudan mucho a
entender el contenido de la obra, la habilidad del prologuista ayuda mucho.
Las reimpresiones no necesitan
reescribir su prólogo, en cambio se debe prever un nuevo prólogo para cada
reedición.
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