Del francés Les Poètes maudits, (Los poetas malditos), es un libro de ensayos del poeta francés Paul Verlaine publicado por primera vez en 1884, y luego en una versión aumentada y definitiva en 1888.
En esta obra se honra a seis poetas: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y Pobre Lelian ("Pauvre Lelian" en el original francés, anagrama del propio Paul Verlaine). Los comentarios de los autores que dio Verlaine, quien conoció personalmente a la mayoría, tratan sobre el estilo de su poesía y de anécdotas personales vividas con ellos.
Verlaine expuso que dentro de su individual y única forma, el genio de cada uno de ellos había sido también su maldición, alejándolos del resto de personas y llevándolos de esta forma a acoger el hermetismo y la idiosincrasia como formas de escritura. También fueron retratados como desiguales respecto a la sociedad, teniendo vidas trágicas y entregados con frecuencia a tendencias autodestructivas; todo esto como consecuencia de sus dones literarios.
El concepto de Verlaine acerca poeta maldito, fue en parte tomado del poema de Baudelaire llamado Bendición, que inicia su libro Las flores del mal. El uso de esta expresión y del término malditismo se generalizó luego para referirse a cualquier poeta (o a un escritor de otros géneros o incluso a un artista plástico) que, independientemente de su talento, es incomprendido por sus contemporáneos y no obtiene el éxito en vida; especialmente para los que llevan una vida bohemia, rechazan las normas establecidas (tanto las reglas del arte como los convencionalismos sociales) y que desarrollan un arte libre o provocativo.
Entre los literatos que han recibido el calificativo de malditos estarían también, aparte de Verlaine y de su grupo, escritores como Charles Baudelaire, Thomas Chatterton, Aloysius Bertrand, Gérard de Nerval, el conde de Lautréamont, Petrus Borel, Charles Cros, Germain Nouveau, Antonin Artaud, Émile Nelligan, Armand Robin, Olivier Larronde, Innokienti Ánnienski, John Keats, Edgar Allan Poe y de manera especial François Villon.
El rótulo de “poeta maldito” posiblemente se haya inventado para Francois Villon, de no ser así igualmente lo merecería y éste a su vez respondería con sonrisa socarrona y soslayada mirada.
Pícaro, vagabundo, escandaloso, chocante, provocador, implacable, sarcástico, irónico, bufón, maravilloso, maldito, satírico e inmisericorde con sus enemigos. Todos éstos son algunos de los epítetos y calificativos que han servido para identificar al poeta y su poesía, a François Villón, héroe o antihéroe según el juicio de cada quién. Venido al mundo en el año de nuestro señor 1431 en La Francia medieval, como François de Montcorbier, se hace bachiller en artes y más tarde licenciado en la universidad de París, gracias al cuidado de su amigo y protector Guillaume Villón, clérigo y capellán de Saint-Benoit le Bétourné, quien le da su apoyo y le empuja en los estudios eclesiásticos, quizás adivinando el carácter poco prometedor del joven con la esperanza de cambiarlo. Intento infructuoso. Ya clérigo y maestro del Buen Decir (poeta de bellaquerías), les recita (pues esta forma poética, el Dit, no se cantaba, se decía), a los chulos y prostitutas, con quienes se junta frecuentemente; se refiere con frecuencia al pedo y a las tetas. Recita a príncipes y a taberneros, a curas y vasallos, a barberos y a zapateros. Poeta de los desarrapados y provocador de los burgueses, de igual modo escribe sobre las bajas pasiones de unos y otros.
Por la originalidad de su poesía y su extraordinario poder evocativo, es considerado por muchos eruditos, el poeta lírico más afamado de Francia, aunque su perfil aventurero le hiciera tomar como armas fundamentales: su ingenio y procacidad.
Cuarteta:
"Yo soy François, lo cual me pesa,
nacido en París, de Pontoise cerca,
en el extremo de una soga tensa,
¿sabrá mi cuello cuánto mi culo pesa?"
Escribía sobre sí mismo con inusual franqueza y autocrítica, pero cometió el error de aplicar a los demás la misma receta, especialmente a los poderosos.
Aunque parezcan estrafalarios, los hechos descritos en su obra son verídicos. Conocía la muerte de cerca, de la cual escapó en más de una ocasión. Acusado de crímenes a veces con razón, y otras, las más, injustamente, así fue condenado a la horca por la muerte de un noble. Se dice que simplemente estaba en el lugar y el momento equivocados y que se le acusó por sus antecedentes. El rey Luis XI le concedió el perdón. Posteriormente fue desterrado por diez años, durante los cuales se le perdió el rastro para siempre.
Se desconoce cuándo dejó este mundo pues su nombre ya no se escucha y se pierde en la historia alrededor del 1470. Su poesía podrá gustar, escandalizar, provocar risa o llanto, pero nunca nos dejará indiferentes.
Su obra poética fue absolutamente indisociable de su vida y nos dejó muchas obras, entre las cuales destacan: Balada de las lenguas envidiosas (1445), La Balada de los ahorcados (1463), El Legado (1446), El Testamento (1461), escritas en francés medio y germania (jerga usada por presos y criminales) siendo esta última de muy difícil traducción y de dudoso valor poético. Voluntariamente descartó el latín para escribir, pese a dominar el idioma.
BALADA DE LAS LENGUAS ENVIDIOSAS
En una mezcla de arsénico de roca;
en trisulfuro, en salitre y cal viva;
en plomo hirviendo, para consumirlas mejor;
en hollín y pez empapados de lejía
hecha de excrementos y orines de judía;
en agua que ha lavado las piernas de leprosos;
en raspaduras de pies y calzados viejos;
en sangre de culebra y en drogas venenosas;
en hiel de lobo, de zorro y de tejón,
¡sean fritas esas lenguas envidiosas!
En sesos de gato que odia pescar,
negro, tan viejo que no tenga un diente en las encías;
de un viejo mastín, que vale igual de caro,
rabioso, en la baba y saliva;
en la espuma de una mula asmática
bien troceada con buenas tijeras;
en agua en que las ratas zambullen hocicos,
igual que ranas, sapos y alimañas peligrosas,
serpientes, lagartos y otros nobles pájaros,
¡sean fritas esas lenguas envidiosas!
En sublimado, peligroso de tocar;
y sobre el ombligo de una culebra viva;
en sangre que se ve seca en las vasijas
de los barberos, cuando llega la luna llena
y que una parte es negra, y la otra, verde cebollino;
en pupas y tumores y en los sucios lebrillos
donde las nodrizas aclaran sus paños;
en los enjuagues de muchachas amorosas
(quien no me entiende no ha visto burdeles),
¡sean fritas esas lenguas envidiosas!
¡Príncipe! coloca esos sabrosos trozos sin hueso,
si no tienes estameña, saco o tamiz,
hazlo en el fondo de unas bragas sucias;
pero antes... en excremento de cerdo,
¡sean fritas esas lenguas envidiosas!
.Fuente: Longseller/wikipedia/Arch. Priv. Durán-Capel/LIVDUCA
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